28/12/15

Estación eróticos: llamada perdida



Si voy a morir de una cornada, quiero que sea la tuya


Esa noche todo habría sido insuficiente. Por más que su 1,90 de contornos anchos la tomó con la intensidad de siempre, la potencia de su respiración, sus gritos contra la almohada y su mirada al cielo, todo, absolutamente todo en esas horas oscuras tenía un manto de irrealidad, de deseo ajeno, de un climax inconcluso e imposible.


Ambos lo sintieron, estaba en el ambiente de madrugada donde todo lo propio era infructuoso, insatisfactorio, estático y repetitivo. Rápidamente perdieron el interés en volver a intentarlo… y todo quedó allí.


***


… Días antes...


Apenas entraba la noche y desde temprano ardía la temperatura en esos dos cuerpos todavía desconocidos, ajenos y prohibidos.


Las frases iban y venían con el juego explícito, la intención presente, la verdad congestionada...


- Tráeme los archivos.
- Te llevo lo que quieras.


- Se fue el internet.
-Yo te doy todo el wifi que necesites.


Los roles no pesaron lo suficiente. Ni siquiera lo podían las restricciones sentimentales de sus compromisos previos. Ella, bomba de arena, mar y sal, solo quería estallar en los brazos de su jefe, una bestia saturada por deseos inconclusos a quien sus instintos le imponían control.


Y con la intensidad de manifiesto descifraron los caminos entre la maleza, y ya no importa si antes o después de las noches de decepción la oficina los esperó desnuda, cómplice de una noche de ojos cerrados y chocolates derretidos.



Derrapando en tus prendas encuentro
me encuentro
con los frutos y sus jugos
con las intenciones de tus dedos
que dibujan los placeres más impensables
violentos
que en su repetición se reinventan
nunca se agotan
hasta que se ahogan
hasta que el cuerpo cede a lo que es celestial y divino
a lo que parece incluso profano y condenable
por llevarnos a sentir mundos en los que no podemos habitar
que apenas podemos aspirar por instantes
en los que sentimos la muerte y volvemos
a una vida pesada
más pesada
que ya solo puede vivir en tus huertos
en tus dulces
en tus caminos sin ruta
en tus jadeos sin descanso
en tus palabras
en tus entrañas
En ti


Y entonces ella contra la mesa, y a sus espaldas el animal presto a que toda muerte sea dulce, posible en sus cuernos, en sus avernos, en su cielo aborregado.


(RINGGG - RINGGG - RINGGG)

- Pará que está sonando.

- Deje que suene ese hijueputa teléfono y concéntrese.
- Uy bueno, pero entonces apretame más fuerte que me estoy desvaneciendo y necesito algo de lo que agarrarme.
- No le basta con lo que le estoy dando.
- Eso es justamente lo que me hace necesitar otro agarrr… fff…


***


Y un día ella no volvió más, y fueron almas que penan a diario, que se esperan, que sueñan con que suceda y suceda y suceda (siempre siempre); para poder nacer una vez más, y dejar de esperar la muerte para arrancar la ansiedad de la piel, derrapando en su lugar las prendas, todas ellas, hasta que se quemen en el incendio los cuerpos ansiosos -ansiados-... desahuciados hasta que puedan estar juntos nuevamente...

***

(RINGGG - RINGGG - RINGGG)

- Aló... Aló... ¿quién llama?...