7/11/07

Estación umbrella

Sus palabras fueron como un presagio: "Va a caer un aguacero el hijueputa...".

Me hizo falta sombrilla para cerciorarme de la verdad de lo dicho. Sin embargo, se quedó corta la profecía que fue pretexto. Llovió, a cantaros llovió con cientos de piedras blancas y cristalinas que sólo perdieron su belleza tras abatir el cielo y desgarrar la tierra.

30 segundos de escampe después, en la pequeña tienda de abarrotes de la calle Felicia, ella llegó corriendo a resguardarse con una pequeña carpeta bajo el brazo. Bastó, al entrar, un roce accidental. -Disculpe, dijo. -Tranquila, susurré como respuesta.

Después de esto la secuencia exacta de los sucesos me resulta incierta, pero estoy seguro de que, entre otras cosas, salimos, avanzamos hacia un destino común, la oculté brevemente bajo mi sombrilla y en algún momento hubo una sonrisa.

Imaginé (si de imaginación se tratara...) una intimidad conjunta y extensa, verdadera; quizás, antes de su sonrisa, ella también llegó a pensarlo, pero acaeció el adiós, acaeció la duda y se perdió el instante, la vida misma...

Hay pasiones que nunca llegan a ser más que breves entusiasmos, pero es de esta manera como pueden y deben ser... la mejor forma, quizás, de que se conviertan en un bello recuerdo sin morir ante los estados venideros...

* Una pequeña ficción en medio de la lluvia para aliviar este gris humor del horizonte...


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