24/10/07

Estación valor


Caen dos monedas hacia mis manos. Brillantes y robustas, varían sus matices en la medida en que giran irremediablemente hacia el suelo.

Ellos me piden que tenga el cambio a la mano para el momento en que caigan, pero todavía no sé con precisión qué me van a comprar y cuál va a ser su costo. Igual, así, sin criterios muy precisos, tendré que inclinarme por la mejor oferta.

-Quiero su alma pequeño artesano. Estoy dispuesto a pagarte un millón de ruplos amarillos.

-Lo siento amigo, ya está vendida. Ofrecieron 300 vascos griegos por ella.

-Perdón, ¿cuánto?... dime a qué equivalen y con gusto pagaré; estoy muy interesado...

-No lo sé señor, pero me han dicho que estas monedas son mucho más valiosas que las suyas. Eso sí, si prefiere le puedo enseñar el alma de un Cancerbero.

-Si no hay alternativa, deme su mejor precio, pero la verdad no sé si me atreva a comprarla.

"Y llego el día en que Lucía se quedó completamente sola en ese bosque. Esperó y esperó para ver nacer a un hada, pero nada, los niños ahora estaban llenos de información, pero no de sueños, y Lucía se entristeció y voló a otros bosques a buscar hadas pero no encontró a ninguna, hasta que desistió y volvió a su bosque, se sentó sobre una cáscara de nuez y se puso a llorar".

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