Estación matemática cósmica
Veinte veces tus labios contra los míos. Después, exactamente catorce segundos y siete palmos después, apreté tu mano lo suficientemente fuerte como para sonrojar tus dedos. Te alejaste, sonreíste y en silencio recostaste tu cabeza sobre mi pecho.
Por mi parte algo te murmuré. No me entendiste pero tampoco pareció importar demasiado. Me abrazaste fuerte, con una gravedad astral, y motivaste que te observara de la misma manera en que un astronauta ingenuo miraría por primera vez al espacio.
Luego, recuerdo, sentiste la pulsión, correspondiste mi gesto suspendido, y entonces, –coalición inminente– nos rendimos entre sábanas siderales hasta calentar la nova lo suficiente como para asegurar la explosión.
Sucedido eso, conoces bien el resto…
No alcanzas a imaginar cómo me places, Libertad.
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