29/8/08

Estación lentamente


Un texto prestado al que le ando dando vueltas por estos días... de primera línea para quien no lo conozca y de recuerdo para quienes lo han leído y releído cientos de veces.

Muere Lentamente


Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos trayectos,

quien no cambia de marca,

no se atreve a cambiar el color de su vestimenta
o bien no conversa con quien no conoce.

Muere lentamente quien evita una pasión
su
remolino de emociones,
justamente éstas que
regresan el brillo a los ojos
y restauran los
corazones destrozados.

Muere lentamente
quien no gira el volante
cuando está
infeliz con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto
para ir atrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera
una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...

¡ Vive hoy !

¡ Arriesga hoy !

¡ Hazlo hoy !
¡ No te dejes morir lentamente !

¡ NO TE IMPIDAS SER FELIZ !


PABLO NERUDA

Para otros textos prestados, clic aquí (aunque más impersonales, ciertamente mejores que la mayoría de mis textos).

27/8/08

Estación árbol


Me hubiera gustado probar la semilla del árbol amarillo que había plantado Nicolas en la mitad del salón. Aunque parecía atractivo a primera vista, tras contemplarlo por unos días pude ver que sus ramas más altas eran jugosas y de piel tersa. Ni qué decir del fruto que maduraba en su interior, cuyo néctar embriagaba todas las plantas que resguardadas de la lluvia bajo su lecho, recibían dosificaciones de agua bendecidas por su tacto de terciopelos negros.

Aunque era pequeño, me sentí intimidado con su presencia y tuve que mandar primero algunos exploradores con mensajes en sus pies y regalos de mimbre para ganar su atención: y funcionó... pasaron los días como minutos y lo que tomaría meses se redujo a unos instantes… al menos eso había pensado yo.

Sin embargo, el brillo de sus plantas bajo la perseverancia de los rayos del sol no fue más un espejismo sediento de compañía: justo lo necesario para frustrar mi posibilidad de tomar siquiera su más verde retoño.

A pesar de la indignación por lo sucedido, hoy veo todo transparente y, sin perder la curiosidad por el árbol, enfrento su ingratitud con la mía y atiendo el resto del bosque que extiende sus mejores virtudes agradecido, rozagante y hermoso para mí.

Para otros textos personales, clic aquí.