3/4/07

Estación en mi lugar


En este país se roban la bienestarina de los niños que se están muriendo de hambre para dársela a los cerdos.

En este país, mientras nos acomodamos en la poltrona, se roban las drogas de las EPS, para venderlas en farmacias cercanas, mientras los enfermos reciben un “no hay disponibilidad” como respuesta.

Sí, en este país (¿en todos los países?), se roban la gasolina, la plata, la inocencia y hasta a las personas, para canjearlas al mejor postor, al tiempo que ‘nosotros’ caminamos por nuestro trecho seguro, mirando por el vidrio del carro o por el de la pantalla del televisor, apaciguando nuestra conciencia con el gélido sabor de un helado en la burbuja, al menos hasta que su quebrantada estructura se reviente por completo.

¿Cuál es el insostenible precio de nuestra cómoda sociedad de consumo? Cuándo todo tiene un precio y la vida de alguien depende de ello, ¿hasta dónde podemos llegar?

La felicidad palpita, breve e intermitente al final de cada túnel, haciéndonos saber que todavía hay esperanza (es que acaso no nos hemos dado cuenta de que el capitalismo y sus excesos ni nos dejan satisfechos ni son el camino hacia lo más importante???).

... Mientras nos alejamos, sólo nos queda la certeza de ir en el sentido equivocado… la certeza, en últimas, de que aunque no dirigimos el barco, tenemos que cambiar su dirección para evitar el colapso.

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