estación batalla
Once Upon A Time
–Said the Storyteller–
There was a kill that destroyed the world
Hubieras visto su cara de espanto. Esa noche nos había desconocido a todos. Miraba a su alrededor con sus ojos pardos como un bebe que descubre su universo visual sin objetivos claros. En realidad eso era lo que más hacía que nosotros también sintiéramos miedo…
Por aquellos tiempos la hoguera hubiera sido lo menos para sus demonios; para saciar la ignorancia humana que rechaza y condena aquello que no comprende, aquello mismo que es la muerte y la enfermedad. Pero hubo luz, hubo gardenias en medio de la desesperación y cesaron las llamas.
A pesar de que el fuego de esos días dejó sus heridas, también fue suficiente cauterio para encerrar los demonios (De vez en cuando alguno se escapa, pero no es fácil darles alcance… qué más quisiera…).
Sin embargo, aunque me queda la certeza de una batalla terminada, la tierra es fértil para que la guerra se desate, y sólo queda esperar y confiar en su espíritu grande y sereno, en su sello divino contra los provocadores ocultos en el laberinto, como única esperanza de llegar hasta el final más allá de todo terremoto.
Y aunque de cuando en cuando tiembla, todavía reposan las extremidades de las aves sobre el suelo, presagiando la calma, desafiando el acecho, mientras nosotros empuñamos la espada con la esperanza de nunca más tener que usarla.
Por aquellos tiempos la hoguera hubiera sido lo menos para sus demonios; para saciar la ignorancia humana que rechaza y condena aquello que no comprende, aquello mismo que es la muerte y la enfermedad. Pero hubo luz, hubo gardenias en medio de la desesperación y cesaron las llamas.
A pesar de que el fuego de esos días dejó sus heridas, también fue suficiente cauterio para encerrar los demonios (De vez en cuando alguno se escapa, pero no es fácil darles alcance… qué más quisiera…).
Sin embargo, aunque me queda la certeza de una batalla terminada, la tierra es fértil para que la guerra se desate, y sólo queda esperar y confiar en su espíritu grande y sereno, en su sello divino contra los provocadores ocultos en el laberinto, como única esperanza de llegar hasta el final más allá de todo terremoto.
Y aunque de cuando en cuando tiembla, todavía reposan las extremidades de las aves sobre el suelo, presagiando la calma, desafiando el acecho, mientras nosotros empuñamos la espada con la esperanza de nunca más tener que usarla.
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