Estación destino
"Dice el mito que Eco, incapaz de tomar la iniciativa en una conversación, limitada sólo a repetir las palabras ajenas, se apartó del trato humano. Pero, retirada en el campo, pudo conocer a Narciso, un pastor muy hermoso de quien, a pesar de su maldición, se enamoró perdidamente. Sin embargo, el joven no tenía corazón, la consideró loca y la ignoró totalmente, así que Eco murió de amor siguiendo a Narciso por los campos, repitiendo sus palabras sin cesar, sin descansar ni alimentarse, de modo que fue debilitándose y adelgazando, hasta que de ella, sólo quedó su voz, repitiéndose eternamente".
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Si decidieras, fatigada, comportarte como Narciso, mi destino no sería menos trágico que el de Eco. Lo he pensado muchas veces mientras otras voluptuosidades dejan caer su rostro delicadamente para observarme con cautela y premeditación. Me hago bizco y termino perdiendo el foco, incapaz de determinar los cantos que sus aterciopeladas cuerdas vocales entonan a mi alrededor.
Y la verdad es que resulta más común de lo que uno pensaría. Si lo piensas bien también así aconteció el final de Eugenia, menos mitológica, pero tan inquietante su historia que me recuerda la de Eco. Para ella las palabras de terceros se arraigaban en su interior como enérgicas creencias, para luego reproducirse y rebotar en su interior una y otra vez hasta distorsionarse, tomar filo y cortar su cuerpo... consuelo es que al estallar su huesped, el único destino que le podía esperar a sus malformadas creencias era la muerte.
-¿Sabes a qué me refiero?
-Te conozco desde hace demasiado tiempo.
-Cierto, ¿no?... pregunta tonta...
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