Estación solo-loy
Por la noche los tres payasos de Solo-loy se levantaban a jugar. A veces eran abusados por los demás juguetes y por sus dueños, y ya temían la llegada de la oscuridad.
En las mañanas todo volvía a ser como siempre. Posaban quietos e impacientes en un rincón, pero cada vez con más frecuencia eran desplazados por el televisor y nuevas versiones de los muñecos de temporada. La sonrisa pintada se desvanecía bajo la presión del tiempo.
En las mañanas todo volvía a ser como siempre. Posaban quietos e impacientes en un rincón, pero cada vez con más frecuencia eran desplazados por el televisor y nuevas versiones de los muñecos de temporada. La sonrisa pintada se desvanecía bajo la presión del tiempo.
- Hija, voy a sacar de circulación estos payasitos, ya no los utilizas y están muy viejos para regalarlos.
En el basurero la vida ha sido
bastante más difícil. Siempre hay un perro que quiere jugar con los muñecos,
asediados por la actividad y las luces, mientras pierden sus extremidades en un
castigo horrible que les hace recordar y estimar sus tardes de contemplación, quietud y rechazo en casa.
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