4/3/07

Estación recuerdo (fragmento)


… La hora del almuerzo nos invitó a un lugar de comida típica a degustar algo de la gastronomía de la región. Pedí cordero.

A los pocos minutos me trajeron una costilla recubierta de un cuero similar a la textura de una llanta afectada por varios kilómetros de asfalto caliente. La quité ansioso, afectado por el hambre y un implacable sol de medio día, pero lo que encontré fue otra capa que defendía a la carne, una casi desagradable tela de grasa que se expandía recelosa sobre todo el animal. Cuando terminé de retirar todo ese tejido adiposo me alegré porque por fin había encontrado la carne.

Sin pensarlo clavé el tenedor, pero este resbaló contra el duro hueso que sostenía la delgada carne de cordero que me habían traído. Lo intenté una y otra vez, pero mi tenedor no logró ensartar adecuadamente el pedazo de animal cocido.

Dadas las dificultades y el creciente apetito, decidí tomarlo con las manos e intentar comerlo, y tras mis primeros acercamientos, ya completamente sucio por la grasa de la bestia menor, me di cuenta de que no me habían traído servilletas a la mesa, así que comencé a buscar con la mirada un baño para ‘juagarme’ las manos. Vi que no había tal baño y que, en su lugar, la gente se lavaba las manos en una pequeña fuente de agua decorativa ubicada en el centro del restaurante. Era una visión bastante repugnante.

Visto eso decidí que sólo pasaría por el tema de lavarme en la fuente comunal una vez y volví a concentrarme en mi carnívoro asalto contra lo que quedaba del antaño corderito... finalmente no quería desanimarme de mi ya postergado almuerzo por los inconvenientes menores que había tenido.

Me dispuse a alimentarme y en esas mi compañera de viaje me pidió que le dejara probar el cordero, y con un desagradable: “sabe a lo que huele”, me hizo terminar de perder el apetito.

Me rehusé a lavarme las manos en la fuente, me limpié con un pañuelo y comí con absoluto placer un paquete de papas fritas comprado en la tienda de la esquina, mientras comprendía porqué a veces es mejor ser un animal cuadrúpedo que sólo parecerlo...

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