Hoy es uno de esos días de emociones nubladas; días de alcantarillas destapadas, de charcos de tierra y lágrimas que rebozan las aceras diminutas. Allí, deambulan corazones pequeñitos e indiferentes dirigidos con matemática precisión hacia sus acogedores hogares tras un largo día de trabajo.
La puerta gira sobre sus bisagras y permite seguir hacia el corredor con pisos de cedro que bordean la cocina y la sala de estar.
Un poco de jugo de mandarinas agrias es tomado al unísono de la lluvia que no cesa de pronunciarse sobre la ventana, mientras se mira con melancolía la luna casi llena que se asoma tímida en mitad del oscuro techo de lo incierto.
Un saludo al bolsillo regordete tras probar una de las mentas adquiridas en el camino deja al estómago indigesto mientras la sensación de vacío persevera.
Un mensaje sin destinatario agita la duda y la sospecha ante una seguridad que no hace sonar ningún teléfono.
Una alegría nerviosa carcome un hueso de carnaza mientras solloza por la ausencia.
Y así mismo las situaciones, cientos de pensamientos vienen y van irresueltos mientras se mezclan con la realidad que ya es y que viene siendo, justo en simultánea con la batalla de neuronas que baten sus pequeñas espadas cognoscitivas entre el deber ser, el querer ser y el ser; entre lo resuelto, lo seguro, lo feliz y lo in-conforme...
... Los (pasajeros) deseos resueltos agotan con su consumación el fulgor de las pasiones para darle paso a la perseverancia, al credo, a la convicción, a la creencia y a la construcción...
¿Arquitecto de sueños o de realidades?, cuál vendría siendo el artesano que uno es. Querer, todo el tiempo querer mientras aprovechamos y valoramos lo que tenemos, que a la vez es todo y no es nada, que al mismo, exactamente mismo tiempo, tiene todo sentido y lo carece, tiene esencia y la carece, como si todo dependiera del lago que la refleje (al menos mientras la complacencia no es más absoluta e indebatible... ciertamente un ideal y una realidad que cada vez le pertenece a menos afortunados dentro de este mundo de multitudes).
Vienen y van los sentimientos, lo que se cree y lo que se espera, mientras afuera de la ventana no ha parado de llover, mientras el agua inunda nuestro corazones y los hace delirar... felices, tristes, soñadores y con algunas batallas perdidas, estos se empijaman mientras la esperanza les alienta a esperar un nuevo amanecer.
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